I.E.JORGECIEZA LACHOS

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domingo, 2 de septiembre de 2018

Educación integral

Ocurre que el hombre (y la mujer por supuesto), a más de su naturaleza animal, se halla dotado de ese indiferente y extraordinario y dinámico principio de racionalidad que hace de él una criatura específicamente distante de los demás animales, organizada para ser dominada de la naturaleza y destinada a cumplir fines excelsos cuyo rayo supera los precarios linderos del espacio y del tiempo.
El niño, colocado en posesión de los instrumentos de su sensibilidad, iniciará la vertiginosa carrera que podrá convertirse en un desordenado girar sin rumbo, si la mano experta del educador o educadora no lo guía en orden al adecuado desarrollo de sus demás facultades. El despertar de la vida imaginativa es, acaso, la primera crisis de adaptación mental que confronta la atención del maestro. Bastan unas pocas representantes elementales para que la imaginación del niño se lance en las más audaces exploraciones sobre las regiones de lo ignorado. Y coincide esta etapa con el despertar de la vida sentimental y afectiva que habrá de tomar extraordinaria importancia a todo lo largo de la adolescencia. Es entonces cuando la personalidad moral del hombre futuro va a recibir sus fundamentales lineamientos. Pasa de esta etapa sin la debida adecuación, no habrá desaprovechado el momento más indicado para la modelación del carácter. Romántico y soñador o frío e indiferente, ambicioso o resignado, generoso o egoísta, el hombre será, en gran parte, lo que quisieron que fuese los que lo acompañaron como conductores en el giro de su adolescente.

En efecto, la "educación integral " supone una triple preocupación docente: sobre los tres campos del conocimiento, de la conducta y de la voluntad. El primero, o sea el conocimiento, es lo que comúnmente se ha llamado instrucción y que, en forma más propia, debe designarse con el hombre de "información". Comprende ella el acopio de conocimientos que una persona culta debe adquirir para valerse por sí misma en la vida, ser útil a la sociedad y darse una explicación personal sobre el mundo en que habita y el tiempo en que le ha tocado vivir.

Cuando pensamos en la "educación integral" queremos significar que aceptamos que el hombre es un complejo consubstancial de materia y espíritu, una combinación esencial de cuerpo orgánico y de alma inmaterial e imperecedera y que, por lo tanto, todo tratamiento educativo debe mirar hacia la integridad de la persona humana y no a uno de sus componentes.



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